sábado, 14 de marzo de 2009

La era de los consumidores (Nota:España)

Necesitamos consumidores activos, no impulsivos, eficientes y responsables que desde su posición económica real interactúen en el mercado, sin adoptar conductas arriesgadas, pero sin dejarse llevar por pánicos injustificados que retraigan la actividad económica poniendo en riesgo el sistema.
EL 15 de marzo de 1962, el presidente John F. Kennedy dirigió al Congreso de EE. UU. un discurso en el que, por primera vez, se reconocía la importancia de los consumidores dentro de la economía de un país, al tiempo que se admitía la escasa atención que los gobiernos venían prestando a un agente que representaba las dos terceras partes del gasto económico. Las palabras de Kennedy fueron: «Por definición, los consumidores somos todos nosotros. Es el grupo más grande del sistema económico que se ve afectado por casi todas las decisiones económicas, tanto públicas como privadas, y que a su vez también influye en la toma de las mismas. Los consumidores representan dos tercios del gasto económico; sin embargo, son el único agente económico que no está organizado de manera eficaz y cuyas opiniones a menudo no se tienen en cuenta».

Esta intervención tuvo gran trascendencia, ya que en ella se enumeraron los derechos de los consumidores que, posteriormente, se han venido reconociendo en los textos legales. Unos derechos que comprenden, primero, el derecho a la seguridad: que se les proteja contra la comercialización de mercancías que puedan ser peligrosas para la salud o la vida. En segundo lugar, el derecho a la información: que se les ampare frente a la información, la publicidad, el etiquetado u otras prácticas que sean fraudulentas o engañosas y que se les proporcionen los datos que sean necesarios para escoger con cierto fundamento. En tercero, el derecho a elegir: que se les garantice, cuando sea posible, el acceso a una variedad de productos y servicios a precios competitivos y, en el caso de las industrias para las que la competencia no existe y se da un cumplimiento sustitutivo de las normativas del Gobierno, que se les asegure una calidad y servicio satisfactorios a un precio justo. Y, por último, el derecho a ser escuchado: que se les garantice que recibirán una consideración absoluta y favorable a la hora de formular las políticas de gobierno y un trato adecuado y rápido en los tribunales administrativos.

Sobre esta base, el entonces presidente de EE UU argumentó una serie de propuestas encaminadas a reforzar programas en los ámbitos de la protección de los alimentos y medicamentos, de un transporte más seguro, de la protección financiera, de una normativa más eficaz, de los costes de la vivienda, de la calidad, de la información al consumidor y de la investigación y sobre la representación del consumidor en el Gobierno. El Gobierno, decía, puede ayudar a que los consumidores se ayuden a sí mismos poniendo a su disposición información relevante, y agregaba: «Si se ofrecen a los consumidores productos de baja calidad, si los precios son exorbitantes, los medicamentos nocivos o ineficaces, si el consumidor no está bien informado a la hora de elegir, en ese caso se malgasta el dinero y su salud y seguridad podrían verse amenazadas y el interés nacional perjudicado. Sin embargo, si se dedica mayor esfuerzo a utilizar los ingresos de la mejor manera posible, se podría contribuir más decisivamente al bienestar de la mayoría de las familias que con un esfuerzo equivalente dirigido a aumentar sus ingresos».(...) Continua Nota.Fuente:www.hoy.es

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